Información sobre este material : Mail de contacto papababoso@gmail.com
Retrato
Sello Sondor 8298-2
Sello Sondor 8298-2
Lista de temas
1. Rumbo abierto
2. Cuando es dura la copla
3. Monte olimareño
4. A mi calle
5. Tiento duro
6. En tu imagen
7. Quiero un canto fraterno
8. La magnolia del Maciel
9. Frutal
10. Claraboya
11. Que diferente
12. Boliches viejos
13. Cielo del ala y del rio
14. Lejos
15. Algunas cosas
1. Rumbo abierto
2. Cuando es dura la copla
3. Monte olimareño
4. A mi calle
5. Tiento duro
6. En tu imagen
7. Quiero un canto fraterno
8. La magnolia del Maciel
9. Frutal
10. Claraboya
11. Que diferente
12. Boliches viejos
13. Cielo del ala y del rio
14. Lejos
15. Algunas cosas
Mi relación con Treinta y Tres
Lucio Muniz
Nací en Treinta y Tres en el año 1939 en la calle Gregorio Sanabria 227 (ahora 1073) entre Juan Antonio Lavalleja y Manuel Freire, casa que hizo construir mi abuelo paterno, y donde hoy funciona el Instituto Nacional del Menor. Soy el sexto hijo de Tomás Baldomero Muniz y María del Carmen Muniz Nieto de Muniz. Tengo dos hermanos que son Mirta y Justino. No conocí a dos que murieron en l930 y l931, cuyos nombres eran: César Hilario y Washington Jesús. (José, falleció el 26 de enero de 2000). En enero de 1942 mi familia se radicó en Montevideo, ciudad en la que estuve hasta que con 30 años regresé a Treinta y Tres, donde permanecí hasta el 87. La lejanía geográfica de los primeros años me impidió conocer directamente mi lugar de nacimiento. Treinta y Tres era entonces para mí, el fruto de una constante evocación, una referencia diaria por el recuerdo de mis padres y de mis hermanos. Yo guardaba en la memoria apenas unas imágenes de la casa y del patio, pero sin la fuerza que generan las vivencias. Sin embargo, por el entorno familiar, se trataba de una ausencia-presencia, y a través de las conversaciones rescataba una zona del mundo alimentada por nombres que ayudaban a encender mi imaginación . Así, aprendía a querer lugares a la vez que fijaba nombres de seres y de cosas nombradas por mi familia, como "la Iglesia San José Obrero", "el Teatro Municipal", "el Molino de Perinetti", "La quinta de Oliveres" o "La Cruz Alta; el club "La vaca azul", la comparsa "Los negros vencedores", "el negro Ricardo" con su carretilla y silbando, "la negra Julieta" con la cara empolvada, la "Pata de Bolsa", o personajes trascendentes y de distinto carácter como Blas Vaz y el "Chato" Berro.
Yo, antes que en las aguas del río me mojaba en las letras de su nombre, abrazándome a algo que me era a la vez desconocido y común, misterioso y palpitante. En las conversaciones estaban presentes los nombres de los amigos de la familia, los apellidos comarcanos, la denominación de pueblos y de villas, los momentos históricos vividos con intensidad por mi padre a través de su participación en la prensa y en la política lugareñas, que incluso lo enfrentaron a situaciones de riesgo, de las que la mayor fue el duelo con el profesor Mitre Copti.
Treinta y Tres más que un nombre, era un conocimiento de cosas transmitidas, que además de despertarme curiosidad, se sumaba tempranamente a la zona de los afectos que ampliaría en el futuro.
La primera vez que volví a la ciudad, todavía sus calles eran de tierra y se comenzaba a asfaltar Juan Antonio Lavalleja. Recuerdo mi sorpresa al ver que a mediodía, los obreros dejaban todo tipo de herramientas en las veredas sin que quedara personal a su cuidado, para retomarlas en la tarde y continuar el trabajo. En aquel entonces se aspiraba un aire de candidez y las costumbres estaban incontaminadas. Fue en ese tiempo que comencé a juntar los nombres ya conocidos de muchas personas, con sus rostros verdaderos, y tuve la oportunidad de conocer mi primera calle; ver la fachada de la casa en que nací; el cercano Parque Colón; la cancha de fútbol al lado del Tanque Imof; el tan nombrado Puente Viejo, como un brazo extendido sobre el río; el rumoroso Olimar doblando arboledas y barrancas y soplando su aliento verde, forestal y fresco; el humildeo del Yerbal y el monte agreste; la Estación del ferrocarril con vías y vagones musiqueros, donde en las despedidas, al decir de Neruda, "el humo levanta sus ruedas decisivas"; la Plaza 19 de Abril, paseo obligado de la gente en un ingenuo ir y venir y donde puntualmente la Banda Municipal realizaba la retreta. Allí yo descubría un mundo del que tenía noticias anteriores, pero que ahora palpaba y escuchaba latir.
Allí, en un rumoreo, parecía que las arboledas guardaban antiguos acordes salidos de la guitarra de mi padre, de la de Agustín Diogo (medio hermano de papá), de la de don Thelmo Batalla. Creía que al doblar en una esquina me sería dado contemplar alguna de las proezas realizadas por personajes de épocas pretéritas, relacionados con el coraje, en tiempos de revolución y de malones. Un aire de inicial romanticismo me traía el recuerdo de versos aprendidos en casa, que ya pertenecían al mundo, y que habían firmado el Padre Lacroix, Pedro Leandro Ipuche, Serafín J. García, Valentín Macedo y Gorosito Tanco, o el recuerdo de alguna página en prosa de Nilo Goyoaga hablando de mi padre, de algún artículo de Camilo Urueña González o algún cuento muy reciente en ese entonces, del novel escritor Julio Da Rosa. Era mi ciudad y sus cosas, proclamadas con tanto orgullo por mi familia y sus amigos, que estaba allí, con sus lejanos personajes en el tiempo, como Dionisio Coronel Muniz, por cuyo Proyecto de Ley de l852 se fundara Treinta y Tres el l0 de marzo del año siguiente; como el vasco Lucas Urrutia, de enorme trascendencia en el medio, o el también vasco Anselmo Basaldúa, primer maestro del pueblo. Era el Treinta y Tres de otra forma del coraje y la ternura, representado en el niño Dionisio Díaz. Se trataba del encuentro con algo que no conocía y que sin embargo iba conmigo. Con los años yo lo diría haciendo referencia a mi niñez alimentada por la fantasía y las voces familiares, evocando el pago lejano, en la canción "Calles Anchas":
Yo soñaba con vos, Treinta y Tres,
desde lejos, allá en mi niñez,
a querer aprendía al nombrar
con ternura, tu Río Olimar.
Era entonces tu nombre una flor
que aromaba la voz maternal,
presentía al oírla el color
que goteaba desde el pintangal.
A tus calles tan anchas llegué
y buscándote en cada canción,
mi más honda raíz encontré
ensanchándome en el corazón.
Si las lanzas te vieron nacer,
las guitarras te hicieron crecer;
y en el tiempo hoy qué lejos estás
con don Thelmo, Diogo y don Tomás.
Y aunque un día me hiciste sangrar
asestándome agudo, un dolor,
por afecto te voy a entregar
con mi olvido, este vals y una flor.
A querer aprendía al nombrar
con ternura, tu Río Olimar.
Desde lejos, allá en mi niñez,
yo soñaba con vos, Treinta y Tres.
En el año 1969, por razones familiares me radiqué en Treinta y Tres. Desde hacía muchos años mis visitas a la ciudad habían sido constantes.
Ya en ese tiempo además de familia fundada, yo tenía mi rueda de amigos con la correspondiente selección de aquéllos que por afinidad estaban más cercanos. Si bien había dejado cosas de gran importancia en Montevideo, en Treinta y Tres encontré también motivos de enriquecimiento, como resultado de mi amistad con: Tomás Cacheiro, Aramís Mancebo Rojas, José Sosa Luzardo, Ramón Romero. Juan Antonio De Andrés, Manuel Oribe Sosa, José María Mujica, Bolívar Viana, cuya actividad plástica fue la que primero me acercó al mundo del color, de la línea y de la forma; mundo que en años posteriores se ensancharía en esa materia por mi amistad en Montevideo con Wifredo Díaz Valdéz, Antonio Lista y Américo Spósito. Tuve oportunidad de integrar el elenco de Teatro Vocacional, gracias a Homero Cal que era su director. Actué en "El Preceptor", de Bertold Brecht, e incluso abordé el trabajo autoral en un collage que escribí en homenaje a García Lorca, que representó ese elenco y que titulé "A Federico", pieza en la que además actué, canté y toqué la guitarra. Vale decir que en Treinta y Tres encontré el ambiente propicio para el trabajo en las tablas y también el ambiente especial de creación que existe en los talleres de plástica. Mi vocación literaria tenía comunicación en la conversación y el intercambio especialmente con mi primo "Quechín", con Orfila Bardesio, Julio Fernández, Hugo Manuel Mieres, Luis Víctor Anastasía, Julio Macedo, Mericy Caétano, Eduardo Ferrari, Sergio Cruxen y Julio Bonilla. La canción encontraba una respuesta más general, pero sobre todo en: Juan Baladán Gadea, Ruben Lena, los hermanos Carlos, Adán y Pedro Gutiérrez, Washigton Fleitas, "Cachuzo" Olivera, Ruben Aldave, y también y con gran pasión por la música en sus formas más elaboradas en Carmen Mariño y su hermano, Oscar Prieto y su sobrino Waldemir, César Castrillejo, Juan y Pedro Baladán. Considero que haber hallado gente que tenía inclinación por estas manifestaciones, me fue importantísimo para no sufrir la ausencia de Montevideo, ciudad a la que estoy ligado profundamente por más de cuarenta años de vida, con todo lo que eso significa.
Treinta y Tres como dije, estaba presente a diario por los recuerdos de mis padres; así, me resultaba absolutamente familiar escuchar decir Santa Clara, Villa Sara o "Pueblo Chorizo", Isla Patrulla y La Charqueada, y por lo de "chorizo" y "charqueada", hacía asociaciones gastronómicas, o pretendía desentrañar el significado de palabras juntas a las que no les encontraba parentesco alguno, puesto que "patrulla" para mí era un montón de hombres armados, mientras que "isla", no tenía relación alguna con pueblo sino con agua, y "Cerro Chato" me resultaba contradictorio, mientras que Santa Clara, más que un lugar habitado me sugería una imagen venerada. También en mi confusión se juntaban los lugares geográficos y creía que "la curva de la muerte" cercana a la ciudad de Minas estaba en Treinta y Tres, y al ser nombrada recordaba un camión conducido por alguien del pago de apellido Peña, que allí se accidentó, y se me ocurría que el siniestro continuaba ocurriendo en una caída sin fin.
Treinta y Tres era suma de apellidos del lugar, como: De Crezencio, Gambardella ,Vaco, Almandós, Goyenola, Rado, Urán, Arbenois, etc. junto a otros que hoy creo desaparecidos o casi, como son: Cutinella, Lagreca, Almirati y Buenafama; o de exactos nombres de personas en boca de mi padre, como Isidoro Noblía, Olavo Amaro Macedo, Juan Percibal, Cándido Torres España, Faustino Hoz, Nicolás Acosta, Domingo Yacovazzo, Agustín Beraza, Colón Cose, y tantos más. O en boca de mi madre, los nombres de Onima Nieto, Margarita Klein y Lila Magallanes, hermana del "Coco", escribano y profesor, casada con Juan Macedo, "el Bocha", (hermano de "Quico" y de Valentín el poeta), amigos de la familia que yo conocí siendo muy niño en su casa de la Ciudad de Las Piedras, a la que íbamos a menudo y de la que conservo un gran recuerdo. Con los años tuve oportunidad de estar con algunas de las personas que nombré, como Don Nicolás Acosta que era un hombre casi de leyenda, respetado por toda la vecindad, hombre de coraje personal al que mis padres admiraban y querían. Lo recuerdo siendo muy niño en Montevideo, en nuestra casa de la calle Tiburcio Gómez. Su fama de hombre de valor personal me hacía mirarlo con una mezcla de admiración y temor; es sabido que en cierta oportunidad en que fue apuñalado, mientras un médico le cosía la herida "en frío", nomás, él sin quejarse se limitaba a decir: "duro el cuero del indio, doctor; duro el cuero del indio", repitiendo las palabras como era habitual en él.
También recuerdo que no me gustaba que se me arrimara, porque cuando me alzaba me daba besos, pinchándome con un bigote que amarillaba de cigarro y caña. Hoy revivo a don Nicolás, cuando escucho o leo los versos conque Jorge Luis Borges homenajea al prestigioso personaje: Nicanor Paredes.
En cuanto a don Domingo Yacovazzo, en Juan Antonio Lavalleja, o la Calle Real, tuve muchas veces oportunidad de encontrarlo, con su flor roja en el ojal, regalando piropos a las muchachas. De Colón Cose, -amigo desde la niñez con mi padre- conservo el recuerdo del momento conmovedor del reencuentro de ellos después de cuarenta años, en una tarde de verano allá en la casa de Tiburcio Gómez.
En un viaje que hice a Treinta y Tres, en nombre de mi padre fui a saludar al "Fiero" Macedo, Nilo Goyoaga, Francisco Mariño Marichal, Casimiro Sotelo, Ernesto Vázquez y César Viana, con los que tuve una relación cordial que se extendió hasta que fallecieron; sobre todo, obviamente con Mariño que era mi suegro. Casimiro Sotelo -que fue a la escuela con papá- había estado en nuestra casa de Montevideo con su hermano Viterbo, ex campeón de pelota de mano. Ambos tocaban la guitarra y componían un dúo de gran calidad. Los recuerdo sobre todo, tocando una pieza musical que se llamaba "Flor de Arrayán". Con Viterbo (que era mejor guitarrista) no tuve más contacto, pero sí y en Treinta y Tres, después de muchísimo tiempo, con Casimiro que había sido un notable cantor, paseando su arte incluso por tierras de Argentina, y que con 72 años conservaba aún esa condición que lo distinguía.
Antes dije que en l969 fui a vivir a Treinta y Tres. Ya no se trataba de romanticismo ni de imaginería, sino de convivencia. Eran tiempos difíciles, sobre todo en el aspecto político-social. Los hechos que sucedieron a la muerte del Presidente Gestido, son de público conocimiento. En una conferencia -que di en 1988 en la sala Francisco Acuña de Figueroa, de la Biblioteca Nacional- titulada:"Bases para un relevamiento cultural de Treinta y Tres", hice un breve estudio de la situación cultural de Treinta y Tres, en tiempos de dictadura. Dicha conferencia en 1992 fue publicada en la revista "Hoy es Historia" que dirigía el historiador Fernández Cabrelli, y en la que colaboraba Homero Macedo. Luego en el mismo año, también salió en "La Semana del Pueblo" de Treinta y Tres, publicación que dirige Gerardo González Dolci, dirección que antes compartió con Horacio Pintos. Fue en nuestra ciudad natal donde me tocó vivir los años de la dictadura, y por ende, ser testigo presencial de procederes dignos y desdeñables. Fue también allí donde sufrí persecuciones, y luego de tres allanamientos, prisión indebida, en el Batallón 10. Una vez liberado tuve licencia médica durante un mes y medio a fin de recuperarme del tratamiento recibido, del que, por respeto a mí mismo no he de dar detalles, puesto que no es mi característica posar de víctima. Sólo me permito contarlo al pasar, puesto que también eso es parte de mi relación con Treinta y Tres. Este suceso es el que me hizo decir en la canción antes leída:
Y aunque un día me hiciste sangrar
asestándome agudo, un dolor,
por afecto te voy a entregar
con mi olvido, este vals y una flor.
En l972, dirigí en C W 45 el programa musical: "Encuentro". Dicho programa me fue suspendido desde que se me hizo el primero de los tres allanamientos.
No es poca mi suerte de no sentir odio por lo sucedido, pero sí siento la obligación como ser humano y como escritor, de tener ese tiempo presente hasta en sus más mínimos detalles, y obviamente el deseo, que sé común, de que no se repitan aquellas actitudes de barbarie.
Otra actividad que tuve en Treinta y Tres fue la de integrar la Comisión de Fomento de la Escuela Severo Ramirez, en la que mis seis hijos hicieron todo el ciclo escolar. La directora que era Miriam Daghero de Alvarez, fue sacada arbitrariamente de la dirección por razones políticas, y se la puso como maestra de cuarto año. Desde ese día dejé de participar en la comisión, sabiendo que con ello no solucionaba nada, pero sin querer acompañar de ninguna forma lo que era un atropello.
En enero de l977, un telegrama frío me anunciaba que era "declarado cesante, por razones de mejor servicio". Había comenzado a trabajar en la empresa ONDA el 7 de mayo de l955, y desarrollé esa actividad en Montevideo por un período de catorce años, y de ocho, en Treinta y Tres.
Desde fines de 1979 a diciembre de 1981, trabaje para el Molino Cassarone de José Pedro Varela, vendiendo arroz en Treinta y Tres, Minas y Melo, gracias a la amistad que tuve con Alfredo Lamaison que fue gerente de esa empresa y que residía en el pago.
Felizmente, otros recuerdos funcionan como forma de equilibrio y que son felices, como el nacimiento de hijos y de nietos, como el encuentro con amigos y la participación activamente en la vida cultural.
De esa zona quiero destacar la publicación del libro que titulé "Treinta y Tres en quince nombres" en la que recojo la palabra de personas destacadas, todas ellas trascendiendo el medio y elevándose al plano nacional e incluso algunas, al internacional. Dicho libro apareció el el año l992 y los seleccionados por su orden
son: Ruben Lena, Homero Macedo, Tomás Cacheiro, Wifredo Díaz Valdéz, José María Mujica, Juan Antonio De Andrés, Luis Víctor Anastasía, Camilo Urueña González, Julio C. Da Rosa, Luis Hierro Gambardella, Braulio López, José María Obaldía, Ruben Darío Mesone, Julio Correa y José Luis Guerra.
Por mi canción "En tu imagen", que es de las más populares, muchas veces se me ha preguntado si soy rochense. Me sorprende la pregunta ya que hablándole al Departamento y a la Ciudad de Rocha, digo: "Hoy quiero tu cielo revivir/ bajo el mío, junto al Olimar". Del mismo modo hago referencia a mi lugar de origen, en las canciones que he dedicado a las ciudades de Melo, Minas y Maldonado, y que integran el disco "Calles".
En l983 publiqué el poema "A mi río" (el primero dedicado al Olimar), en el catálogo de la pintora Hilda López correspondiente a la exposición "Nuestra Gente", que editó la O.I.T. (Organización Internacional del Trabajo). Dicho catálogo llegó a más de doscientos países.
En l997 en calidad de separata "La Semana" de Treinta y Tres publicó los textos de mi trabajo "Cantata Treintaitresina" que se compone de diez canciones y dos romances.
En el año 1999, "De Aquí" y "De Allá" y "Panorama de la Aguada", mensuarios dirigidos por Darwin Iguiní, publicaron conjuntamente en calidad de separata: "Versos en cuatro estaciones"; quinientos versos que son consejos dedicados a Tomás Gabriel, Leonardo Javier, Trilce, Laura, Leonel Gustavo y Ernesto Fabián, mis hijos; y a Sofía, Lucas, Rafaela y Cecilia, mis nietos.
Yo mismo, he grabado las canciones de mi autoría relacionadas con el pago: "En el monte", y, "Monte olimareño", y el poema "Desde las calles anchas", que antecede a "Calles Anchas", registrado por Los Zucará, dúo que también grabó mis versos titulados "A Treinta y Tres", cuya música pertenece a Santiago Chalar que los registró para el sello Sondor.
He colaborado con otras publicaciones del pago, como son "Panorama", "Hipérbaton", "Espacios", "Cimarrón", El Mangangá Amarillo, la revista de "La semana del arroz". "La Semana" y De Aquí y De Allá de Treinta y Tres, adelanté un fragmento del ensayo aún inédito que he titulado: "Serafín J. García, poeta social". Este trabajo incluye cuatro entrevistas testimoniales que son las realizadas a los treintaitresinos Blanca González (esposa de Serafín), y a los doctores Bolívar Ledesma y Francisco Mariño Marichal. La restante es a José Pampín Golard, imprentero que fue el que más ediciones hizo de las obras de Serafín",
En l993 Editorial Signos en las páginas 28 y 29 del libro "De la gente los pagos y los días", me publicó una carta en la que destaco artistas de nuestro departamento, escrita con el único propósito de difundir sus valores; carta que fue denominada de "verdadero catálogo artístico".
Ya en el año l965, en el Instituto de Magisterio aún sin oficializar, a instancias de Julio Macedo -que fue su fundador y director- realicé la lectura de mi libro "Piel y Ceniza", recién publicado.
En 1994 publiqué una breve página en prosa que titulé: "Carta íntima y abierta a Ruben Lena", en el libro de canciones que le editó el Ministerio de Educación y Cultura.
En el año en curso republiqué en "De Aquí y De Allá", y en "El Diario", de Montevideo, el texto del catálogo correspondiente a la exposición individual que en l987 realizó Tomás Cacheiro en Galería Latina, junto a cuatro sonetos acrósticos con los que he querido homenajearlo.
He Actuado cantando, en el "Teatro de Verano"; en el "Estadio Centro Empleados de Comercio"; dos veces en el "Festival a orillas del Olimar", y, en el Hotel Treinta y Tres, en la "Semana de la Salud", a instancias del Dr. Alejandro Silveira, que era entonces el Director del Hospital de Treinta y Tres. En el Centro Comunal de COVIOL en la década del 80, donde tuve otra intervención en el 2002 con Juan Baladán Gadea.
En l986 intervine en el "Primer encuentro de escritores treintaitresinos", que se llevó a cabo en el Liceo Departamental; y en l987, con los profesores Daniel Castro y Jorge Miguel, presenté en el salón de actos de dicho liceo, mi libro: "Poemas del testigo".
En CX 40, Radio Fénix de Montevideo, en el espacio de Numa Moraes "La canción nuestra", realicé dos programas de dos horas cada uno, dedicado exclusivamente a Treinta y Tres a través de momentos históricos, personajes y canciones.
En la actualidad viajo regularmente por razones familiares. También para recuperar los paisajes, y encontrarme en el Club Pelotaris con una "barra" de amigos que lamentablemente se ha reducido, porque es ley superior que la vida se termine. Obviamente, también para hablar de literatura con gente especializada, como Nilo Berriel, y sobre todo con Gustavo Espinosa, que por naturaleza no tiene otra alternativa que la de ser brillante, sin dejar de ser humilde.
Es motivo para muchas horas hablar de la relación que he tenido con el pago, pero a rápidos pincelazos, esto es lo que he considerado más importante. ¿Qué se puede decir que no se parezca a afecto, del lugar en el que se ha visto la luz; donde se ha querido, donde se ha trabajado, reído, sufrido, soñado; donde se ha sido hijo y padre, compañero, hermano, amigo, donde se ha dado y recibido; donde han nacido, abuelos, padre, madre, hermanos, hijos y nietos, ríos y primos, y donde en el cementerio hay incluso bisabuelos sepultados, en una prueba de arraigo, de raíz que ha fructificado en la flor de cinco generaciones posteriores?
Treinta y Tres es una presencia obligada aunque sin obligación, algo así como un mandato sin mandante, y en cualquier momento a mí, personalmente, me puede asaltar bien o mal, del mismo modo que sucede la vida con sus grises, con sus claroscuros en constante equilibrio, y seguramente que con más cercanía humana que separación por circunstancias de distinto carácter. Puedo cerrar o no los ojos, y recordar -por transmisión o memoria propia emparentando lugares, cosas y seres sin orden ni esfuerzo- los periódicos "El Baluarte" y "La Campaña"; la fama que ganó Martín Aquino por hacerse respetar, y la actitud corajuda de Prudencio Correa; el Bar de Amil o el de Agüero; la vieja Casa Ramos y la Casa Dellepiane, y en ellas a Mario Muniz, y, a "Cocó" Hernández; la "Librería Claridad" con el bondadoso Maestro Adhemar Gómez y la presencia del doctor Raúl Gadea, -para nosotros sus amigos "Garufa" Gadea, abogado de los pobres y formador de muchachos en la docencia-; José María Freire, que era cura y más que cura; Osvaldo Rodríguez, ("Roncallo") y Patricio Guzmán, sosteniendo la noche sobre algún tapete; el violín del Maestro Rosel, el piano de Carlos Hontou Aguiar, la guitarra de don Laurindo Amaral; el Teatro Experimental y allí la presencia de Carlos Gallardo y el recuerdo del acto generoso de Irene Lazo impidiendo que se lo rematara; las cámaras de Artigas Avila y de Hilario Favero en Foto De Grandi; las fachadas de la Intendencia y del Centro de Salud; del Democrático y del Centro Progreso; la Plaza de deportes, "la Escuela de Pintos"; la Laguna de Arnaud o de "las lavanderas"; el Hospital Departamental; la hoy silenciosa Estación de A.F.E. y el infaltable ómnibus de Cortiglia; el canto de "Pepe" y Braulio, de Ruben Díaz Castillo, Alfredo Martirena, Oscarito Del Valle, Hugo Techera, Wilson Prieto, Aníbal López; "Los Hidalgos","Los Hacheros" "Los del Yerbal", "Los Taiperos, el piano de Cachuzo Olivera, y desde lejos y sin registro fonográfico, "Los arrieros de la canción", "Los Urúes" y el "Trío Alborada".
"cuando dos coterráneos se ven lejos del pago natal dejan de ser conocidos para ser amigos; y cuando se encuentran lejos del país, dejan de ser amigos, para ser hermanos".
Muchas gracias.
Lucio Muniz
(Este trabajo fue leído en el Club de Residentes; en la sala de A.E.B.U. y al cumplirse los 150 años del nacimiento de la ciudad de Treinta y Tres en el la Junta Departamental de Montevideo el 16 de mayo de 2003, en el homenaje que este Cuerpo tributara a Treinta y Tres. Posteriormente lo publicó “La Semana “de “33”.)
Lucio Muniz
Nací en Treinta y Tres en el año 1939 en la calle Gregorio Sanabria 227 (ahora 1073) entre Juan Antonio Lavalleja y Manuel Freire, casa que hizo construir mi abuelo paterno, y donde hoy funciona el Instituto Nacional del Menor. Soy el sexto hijo de Tomás Baldomero Muniz y María del Carmen Muniz Nieto de Muniz. Tengo dos hermanos que son Mirta y Justino. No conocí a dos que murieron en l930 y l931, cuyos nombres eran: César Hilario y Washington Jesús. (José, falleció el 26 de enero de 2000). En enero de 1942 mi familia se radicó en Montevideo, ciudad en la que estuve hasta que con 30 años regresé a Treinta y Tres, donde permanecí hasta el 87. La lejanía geográfica de los primeros años me impidió conocer directamente mi lugar de nacimiento. Treinta y Tres era entonces para mí, el fruto de una constante evocación, una referencia diaria por el recuerdo de mis padres y de mis hermanos. Yo guardaba en la memoria apenas unas imágenes de la casa y del patio, pero sin la fuerza que generan las vivencias. Sin embargo, por el entorno familiar, se trataba de una ausencia-presencia, y a través de las conversaciones rescataba una zona del mundo alimentada por nombres que ayudaban a encender mi imaginación . Así, aprendía a querer lugares a la vez que fijaba nombres de seres y de cosas nombradas por mi familia, como "la Iglesia San José Obrero", "el Teatro Municipal", "el Molino de Perinetti", "La quinta de Oliveres" o "La Cruz Alta; el club "La vaca azul", la comparsa "Los negros vencedores", "el negro Ricardo" con su carretilla y silbando, "la negra Julieta" con la cara empolvada, la "Pata de Bolsa", o personajes trascendentes y de distinto carácter como Blas Vaz y el "Chato" Berro.
Yo, antes que en las aguas del río me mojaba en las letras de su nombre, abrazándome a algo que me era a la vez desconocido y común, misterioso y palpitante. En las conversaciones estaban presentes los nombres de los amigos de la familia, los apellidos comarcanos, la denominación de pueblos y de villas, los momentos históricos vividos con intensidad por mi padre a través de su participación en la prensa y en la política lugareñas, que incluso lo enfrentaron a situaciones de riesgo, de las que la mayor fue el duelo con el profesor Mitre Copti.
Treinta y Tres más que un nombre, era un conocimiento de cosas transmitidas, que además de despertarme curiosidad, se sumaba tempranamente a la zona de los afectos que ampliaría en el futuro.
La primera vez que volví a la ciudad, todavía sus calles eran de tierra y se comenzaba a asfaltar Juan Antonio Lavalleja. Recuerdo mi sorpresa al ver que a mediodía, los obreros dejaban todo tipo de herramientas en las veredas sin que quedara personal a su cuidado, para retomarlas en la tarde y continuar el trabajo. En aquel entonces se aspiraba un aire de candidez y las costumbres estaban incontaminadas. Fue en ese tiempo que comencé a juntar los nombres ya conocidos de muchas personas, con sus rostros verdaderos, y tuve la oportunidad de conocer mi primera calle; ver la fachada de la casa en que nací; el cercano Parque Colón; la cancha de fútbol al lado del Tanque Imof; el tan nombrado Puente Viejo, como un brazo extendido sobre el río; el rumoroso Olimar doblando arboledas y barrancas y soplando su aliento verde, forestal y fresco; el humildeo del Yerbal y el monte agreste; la Estación del ferrocarril con vías y vagones musiqueros, donde en las despedidas, al decir de Neruda, "el humo levanta sus ruedas decisivas"; la Plaza 19 de Abril, paseo obligado de la gente en un ingenuo ir y venir y donde puntualmente la Banda Municipal realizaba la retreta. Allí yo descubría un mundo del que tenía noticias anteriores, pero que ahora palpaba y escuchaba latir.
Allí, en un rumoreo, parecía que las arboledas guardaban antiguos acordes salidos de la guitarra de mi padre, de la de Agustín Diogo (medio hermano de papá), de la de don Thelmo Batalla. Creía que al doblar en una esquina me sería dado contemplar alguna de las proezas realizadas por personajes de épocas pretéritas, relacionados con el coraje, en tiempos de revolución y de malones. Un aire de inicial romanticismo me traía el recuerdo de versos aprendidos en casa, que ya pertenecían al mundo, y que habían firmado el Padre Lacroix, Pedro Leandro Ipuche, Serafín J. García, Valentín Macedo y Gorosito Tanco, o el recuerdo de alguna página en prosa de Nilo Goyoaga hablando de mi padre, de algún artículo de Camilo Urueña González o algún cuento muy reciente en ese entonces, del novel escritor Julio Da Rosa. Era mi ciudad y sus cosas, proclamadas con tanto orgullo por mi familia y sus amigos, que estaba allí, con sus lejanos personajes en el tiempo, como Dionisio Coronel Muniz, por cuyo Proyecto de Ley de l852 se fundara Treinta y Tres el l0 de marzo del año siguiente; como el vasco Lucas Urrutia, de enorme trascendencia en el medio, o el también vasco Anselmo Basaldúa, primer maestro del pueblo. Era el Treinta y Tres de otra forma del coraje y la ternura, representado en el niño Dionisio Díaz. Se trataba del encuentro con algo que no conocía y que sin embargo iba conmigo. Con los años yo lo diría haciendo referencia a mi niñez alimentada por la fantasía y las voces familiares, evocando el pago lejano, en la canción "Calles Anchas":
Yo soñaba con vos, Treinta y Tres,
desde lejos, allá en mi niñez,
a querer aprendía al nombrar
con ternura, tu Río Olimar.
Era entonces tu nombre una flor
que aromaba la voz maternal,
presentía al oírla el color
que goteaba desde el pintangal.
A tus calles tan anchas llegué
y buscándote en cada canción,
mi más honda raíz encontré
ensanchándome en el corazón.
Si las lanzas te vieron nacer,
las guitarras te hicieron crecer;
y en el tiempo hoy qué lejos estás
con don Thelmo, Diogo y don Tomás.
Y aunque un día me hiciste sangrar
asestándome agudo, un dolor,
por afecto te voy a entregar
con mi olvido, este vals y una flor.
A querer aprendía al nombrar
con ternura, tu Río Olimar.
Desde lejos, allá en mi niñez,
yo soñaba con vos, Treinta y Tres.
En el año 1969, por razones familiares me radiqué en Treinta y Tres. Desde hacía muchos años mis visitas a la ciudad habían sido constantes.
Ya en ese tiempo además de familia fundada, yo tenía mi rueda de amigos con la correspondiente selección de aquéllos que por afinidad estaban más cercanos. Si bien había dejado cosas de gran importancia en Montevideo, en Treinta y Tres encontré también motivos de enriquecimiento, como resultado de mi amistad con: Tomás Cacheiro, Aramís Mancebo Rojas, José Sosa Luzardo, Ramón Romero. Juan Antonio De Andrés, Manuel Oribe Sosa, José María Mujica, Bolívar Viana, cuya actividad plástica fue la que primero me acercó al mundo del color, de la línea y de la forma; mundo que en años posteriores se ensancharía en esa materia por mi amistad en Montevideo con Wifredo Díaz Valdéz, Antonio Lista y Américo Spósito. Tuve oportunidad de integrar el elenco de Teatro Vocacional, gracias a Homero Cal que era su director. Actué en "El Preceptor", de Bertold Brecht, e incluso abordé el trabajo autoral en un collage que escribí en homenaje a García Lorca, que representó ese elenco y que titulé "A Federico", pieza en la que además actué, canté y toqué la guitarra. Vale decir que en Treinta y Tres encontré el ambiente propicio para el trabajo en las tablas y también el ambiente especial de creación que existe en los talleres de plástica. Mi vocación literaria tenía comunicación en la conversación y el intercambio especialmente con mi primo "Quechín", con Orfila Bardesio, Julio Fernández, Hugo Manuel Mieres, Luis Víctor Anastasía, Julio Macedo, Mericy Caétano, Eduardo Ferrari, Sergio Cruxen y Julio Bonilla. La canción encontraba una respuesta más general, pero sobre todo en: Juan Baladán Gadea, Ruben Lena, los hermanos Carlos, Adán y Pedro Gutiérrez, Washigton Fleitas, "Cachuzo" Olivera, Ruben Aldave, y también y con gran pasión por la música en sus formas más elaboradas en Carmen Mariño y su hermano, Oscar Prieto y su sobrino Waldemir, César Castrillejo, Juan y Pedro Baladán. Considero que haber hallado gente que tenía inclinación por estas manifestaciones, me fue importantísimo para no sufrir la ausencia de Montevideo, ciudad a la que estoy ligado profundamente por más de cuarenta años de vida, con todo lo que eso significa.
Treinta y Tres como dije, estaba presente a diario por los recuerdos de mis padres; así, me resultaba absolutamente familiar escuchar decir Santa Clara, Villa Sara o "Pueblo Chorizo", Isla Patrulla y La Charqueada, y por lo de "chorizo" y "charqueada", hacía asociaciones gastronómicas, o pretendía desentrañar el significado de palabras juntas a las que no les encontraba parentesco alguno, puesto que "patrulla" para mí era un montón de hombres armados, mientras que "isla", no tenía relación alguna con pueblo sino con agua, y "Cerro Chato" me resultaba contradictorio, mientras que Santa Clara, más que un lugar habitado me sugería una imagen venerada. También en mi confusión se juntaban los lugares geográficos y creía que "la curva de la muerte" cercana a la ciudad de Minas estaba en Treinta y Tres, y al ser nombrada recordaba un camión conducido por alguien del pago de apellido Peña, que allí se accidentó, y se me ocurría que el siniestro continuaba ocurriendo en una caída sin fin.
Treinta y Tres era suma de apellidos del lugar, como: De Crezencio, Gambardella ,Vaco, Almandós, Goyenola, Rado, Urán, Arbenois, etc. junto a otros que hoy creo desaparecidos o casi, como son: Cutinella, Lagreca, Almirati y Buenafama; o de exactos nombres de personas en boca de mi padre, como Isidoro Noblía, Olavo Amaro Macedo, Juan Percibal, Cándido Torres España, Faustino Hoz, Nicolás Acosta, Domingo Yacovazzo, Agustín Beraza, Colón Cose, y tantos más. O en boca de mi madre, los nombres de Onima Nieto, Margarita Klein y Lila Magallanes, hermana del "Coco", escribano y profesor, casada con Juan Macedo, "el Bocha", (hermano de "Quico" y de Valentín el poeta), amigos de la familia que yo conocí siendo muy niño en su casa de la Ciudad de Las Piedras, a la que íbamos a menudo y de la que conservo un gran recuerdo. Con los años tuve oportunidad de estar con algunas de las personas que nombré, como Don Nicolás Acosta que era un hombre casi de leyenda, respetado por toda la vecindad, hombre de coraje personal al que mis padres admiraban y querían. Lo recuerdo siendo muy niño en Montevideo, en nuestra casa de la calle Tiburcio Gómez. Su fama de hombre de valor personal me hacía mirarlo con una mezcla de admiración y temor; es sabido que en cierta oportunidad en que fue apuñalado, mientras un médico le cosía la herida "en frío", nomás, él sin quejarse se limitaba a decir: "duro el cuero del indio, doctor; duro el cuero del indio", repitiendo las palabras como era habitual en él.
También recuerdo que no me gustaba que se me arrimara, porque cuando me alzaba me daba besos, pinchándome con un bigote que amarillaba de cigarro y caña. Hoy revivo a don Nicolás, cuando escucho o leo los versos conque Jorge Luis Borges homenajea al prestigioso personaje: Nicanor Paredes.
En cuanto a don Domingo Yacovazzo, en Juan Antonio Lavalleja, o la Calle Real, tuve muchas veces oportunidad de encontrarlo, con su flor roja en el ojal, regalando piropos a las muchachas. De Colón Cose, -amigo desde la niñez con mi padre- conservo el recuerdo del momento conmovedor del reencuentro de ellos después de cuarenta años, en una tarde de verano allá en la casa de Tiburcio Gómez.
En un viaje que hice a Treinta y Tres, en nombre de mi padre fui a saludar al "Fiero" Macedo, Nilo Goyoaga, Francisco Mariño Marichal, Casimiro Sotelo, Ernesto Vázquez y César Viana, con los que tuve una relación cordial que se extendió hasta que fallecieron; sobre todo, obviamente con Mariño que era mi suegro. Casimiro Sotelo -que fue a la escuela con papá- había estado en nuestra casa de Montevideo con su hermano Viterbo, ex campeón de pelota de mano. Ambos tocaban la guitarra y componían un dúo de gran calidad. Los recuerdo sobre todo, tocando una pieza musical que se llamaba "Flor de Arrayán". Con Viterbo (que era mejor guitarrista) no tuve más contacto, pero sí y en Treinta y Tres, después de muchísimo tiempo, con Casimiro que había sido un notable cantor, paseando su arte incluso por tierras de Argentina, y que con 72 años conservaba aún esa condición que lo distinguía.
Antes dije que en l969 fui a vivir a Treinta y Tres. Ya no se trataba de romanticismo ni de imaginería, sino de convivencia. Eran tiempos difíciles, sobre todo en el aspecto político-social. Los hechos que sucedieron a la muerte del Presidente Gestido, son de público conocimiento. En una conferencia -que di en 1988 en la sala Francisco Acuña de Figueroa, de la Biblioteca Nacional- titulada:"Bases para un relevamiento cultural de Treinta y Tres", hice un breve estudio de la situación cultural de Treinta y Tres, en tiempos de dictadura. Dicha conferencia en 1992 fue publicada en la revista "Hoy es Historia" que dirigía el historiador Fernández Cabrelli, y en la que colaboraba Homero Macedo. Luego en el mismo año, también salió en "La Semana del Pueblo" de Treinta y Tres, publicación que dirige Gerardo González Dolci, dirección que antes compartió con Horacio Pintos. Fue en nuestra ciudad natal donde me tocó vivir los años de la dictadura, y por ende, ser testigo presencial de procederes dignos y desdeñables. Fue también allí donde sufrí persecuciones, y luego de tres allanamientos, prisión indebida, en el Batallón 10. Una vez liberado tuve licencia médica durante un mes y medio a fin de recuperarme del tratamiento recibido, del que, por respeto a mí mismo no he de dar detalles, puesto que no es mi característica posar de víctima. Sólo me permito contarlo al pasar, puesto que también eso es parte de mi relación con Treinta y Tres. Este suceso es el que me hizo decir en la canción antes leída:
Y aunque un día me hiciste sangrar
asestándome agudo, un dolor,
por afecto te voy a entregar
con mi olvido, este vals y una flor.
En l972, dirigí en C W 45 el programa musical: "Encuentro". Dicho programa me fue suspendido desde que se me hizo el primero de los tres allanamientos.
No es poca mi suerte de no sentir odio por lo sucedido, pero sí siento la obligación como ser humano y como escritor, de tener ese tiempo presente hasta en sus más mínimos detalles, y obviamente el deseo, que sé común, de que no se repitan aquellas actitudes de barbarie.
Otra actividad que tuve en Treinta y Tres fue la de integrar la Comisión de Fomento de la Escuela Severo Ramirez, en la que mis seis hijos hicieron todo el ciclo escolar. La directora que era Miriam Daghero de Alvarez, fue sacada arbitrariamente de la dirección por razones políticas, y se la puso como maestra de cuarto año. Desde ese día dejé de participar en la comisión, sabiendo que con ello no solucionaba nada, pero sin querer acompañar de ninguna forma lo que era un atropello.
En enero de l977, un telegrama frío me anunciaba que era "declarado cesante, por razones de mejor servicio". Había comenzado a trabajar en la empresa ONDA el 7 de mayo de l955, y desarrollé esa actividad en Montevideo por un período de catorce años, y de ocho, en Treinta y Tres.
Desde fines de 1979 a diciembre de 1981, trabaje para el Molino Cassarone de José Pedro Varela, vendiendo arroz en Treinta y Tres, Minas y Melo, gracias a la amistad que tuve con Alfredo Lamaison que fue gerente de esa empresa y que residía en el pago.
Felizmente, otros recuerdos funcionan como forma de equilibrio y que son felices, como el nacimiento de hijos y de nietos, como el encuentro con amigos y la participación activamente en la vida cultural.
De esa zona quiero destacar la publicación del libro que titulé "Treinta y Tres en quince nombres" en la que recojo la palabra de personas destacadas, todas ellas trascendiendo el medio y elevándose al plano nacional e incluso algunas, al internacional. Dicho libro apareció el el año l992 y los seleccionados por su orden
son: Ruben Lena, Homero Macedo, Tomás Cacheiro, Wifredo Díaz Valdéz, José María Mujica, Juan Antonio De Andrés, Luis Víctor Anastasía, Camilo Urueña González, Julio C. Da Rosa, Luis Hierro Gambardella, Braulio López, José María Obaldía, Ruben Darío Mesone, Julio Correa y José Luis Guerra.
Por mi canción "En tu imagen", que es de las más populares, muchas veces se me ha preguntado si soy rochense. Me sorprende la pregunta ya que hablándole al Departamento y a la Ciudad de Rocha, digo: "Hoy quiero tu cielo revivir/ bajo el mío, junto al Olimar". Del mismo modo hago referencia a mi lugar de origen, en las canciones que he dedicado a las ciudades de Melo, Minas y Maldonado, y que integran el disco "Calles".
En l983 publiqué el poema "A mi río" (el primero dedicado al Olimar), en el catálogo de la pintora Hilda López correspondiente a la exposición "Nuestra Gente", que editó la O.I.T. (Organización Internacional del Trabajo). Dicho catálogo llegó a más de doscientos países.
En l997 en calidad de separata "La Semana" de Treinta y Tres publicó los textos de mi trabajo "Cantata Treintaitresina" que se compone de diez canciones y dos romances.
En el año 1999, "De Aquí" y "De Allá" y "Panorama de la Aguada", mensuarios dirigidos por Darwin Iguiní, publicaron conjuntamente en calidad de separata: "Versos en cuatro estaciones"; quinientos versos que son consejos dedicados a Tomás Gabriel, Leonardo Javier, Trilce, Laura, Leonel Gustavo y Ernesto Fabián, mis hijos; y a Sofía, Lucas, Rafaela y Cecilia, mis nietos.
Yo mismo, he grabado las canciones de mi autoría relacionadas con el pago: "En el monte", y, "Monte olimareño", y el poema "Desde las calles anchas", que antecede a "Calles Anchas", registrado por Los Zucará, dúo que también grabó mis versos titulados "A Treinta y Tres", cuya música pertenece a Santiago Chalar que los registró para el sello Sondor.
He colaborado con otras publicaciones del pago, como son "Panorama", "Hipérbaton", "Espacios", "Cimarrón", El Mangangá Amarillo, la revista de "La semana del arroz". "La Semana" y De Aquí y De Allá de Treinta y Tres, adelanté un fragmento del ensayo aún inédito que he titulado: "Serafín J. García, poeta social". Este trabajo incluye cuatro entrevistas testimoniales que son las realizadas a los treintaitresinos Blanca González (esposa de Serafín), y a los doctores Bolívar Ledesma y Francisco Mariño Marichal. La restante es a José Pampín Golard, imprentero que fue el que más ediciones hizo de las obras de Serafín",
En l993 Editorial Signos en las páginas 28 y 29 del libro "De la gente los pagos y los días", me publicó una carta en la que destaco artistas de nuestro departamento, escrita con el único propósito de difundir sus valores; carta que fue denominada de "verdadero catálogo artístico".
Ya en el año l965, en el Instituto de Magisterio aún sin oficializar, a instancias de Julio Macedo -que fue su fundador y director- realicé la lectura de mi libro "Piel y Ceniza", recién publicado.
En 1994 publiqué una breve página en prosa que titulé: "Carta íntima y abierta a Ruben Lena", en el libro de canciones que le editó el Ministerio de Educación y Cultura.
En el año en curso republiqué en "De Aquí y De Allá", y en "El Diario", de Montevideo, el texto del catálogo correspondiente a la exposición individual que en l987 realizó Tomás Cacheiro en Galería Latina, junto a cuatro sonetos acrósticos con los que he querido homenajearlo.
He Actuado cantando, en el "Teatro de Verano"; en el "Estadio Centro Empleados de Comercio"; dos veces en el "Festival a orillas del Olimar", y, en el Hotel Treinta y Tres, en la "Semana de la Salud", a instancias del Dr. Alejandro Silveira, que era entonces el Director del Hospital de Treinta y Tres. En el Centro Comunal de COVIOL en la década del 80, donde tuve otra intervención en el 2002 con Juan Baladán Gadea.
En l986 intervine en el "Primer encuentro de escritores treintaitresinos", que se llevó a cabo en el Liceo Departamental; y en l987, con los profesores Daniel Castro y Jorge Miguel, presenté en el salón de actos de dicho liceo, mi libro: "Poemas del testigo".
En CX 40, Radio Fénix de Montevideo, en el espacio de Numa Moraes "La canción nuestra", realicé dos programas de dos horas cada uno, dedicado exclusivamente a Treinta y Tres a través de momentos históricos, personajes y canciones.
En la actualidad viajo regularmente por razones familiares. También para recuperar los paisajes, y encontrarme en el Club Pelotaris con una "barra" de amigos que lamentablemente se ha reducido, porque es ley superior que la vida se termine. Obviamente, también para hablar de literatura con gente especializada, como Nilo Berriel, y sobre todo con Gustavo Espinosa, que por naturaleza no tiene otra alternativa que la de ser brillante, sin dejar de ser humilde.
Es motivo para muchas horas hablar de la relación que he tenido con el pago, pero a rápidos pincelazos, esto es lo que he considerado más importante. ¿Qué se puede decir que no se parezca a afecto, del lugar en el que se ha visto la luz; donde se ha querido, donde se ha trabajado, reído, sufrido, soñado; donde se ha sido hijo y padre, compañero, hermano, amigo, donde se ha dado y recibido; donde han nacido, abuelos, padre, madre, hermanos, hijos y nietos, ríos y primos, y donde en el cementerio hay incluso bisabuelos sepultados, en una prueba de arraigo, de raíz que ha fructificado en la flor de cinco generaciones posteriores?
Treinta y Tres es una presencia obligada aunque sin obligación, algo así como un mandato sin mandante, y en cualquier momento a mí, personalmente, me puede asaltar bien o mal, del mismo modo que sucede la vida con sus grises, con sus claroscuros en constante equilibrio, y seguramente que con más cercanía humana que separación por circunstancias de distinto carácter. Puedo cerrar o no los ojos, y recordar -por transmisión o memoria propia emparentando lugares, cosas y seres sin orden ni esfuerzo- los periódicos "El Baluarte" y "La Campaña"; la fama que ganó Martín Aquino por hacerse respetar, y la actitud corajuda de Prudencio Correa; el Bar de Amil o el de Agüero; la vieja Casa Ramos y la Casa Dellepiane, y en ellas a Mario Muniz, y, a "Cocó" Hernández; la "Librería Claridad" con el bondadoso Maestro Adhemar Gómez y la presencia del doctor Raúl Gadea, -para nosotros sus amigos "Garufa" Gadea, abogado de los pobres y formador de muchachos en la docencia-; José María Freire, que era cura y más que cura; Osvaldo Rodríguez, ("Roncallo") y Patricio Guzmán, sosteniendo la noche sobre algún tapete; el violín del Maestro Rosel, el piano de Carlos Hontou Aguiar, la guitarra de don Laurindo Amaral; el Teatro Experimental y allí la presencia de Carlos Gallardo y el recuerdo del acto generoso de Irene Lazo impidiendo que se lo rematara; las cámaras de Artigas Avila y de Hilario Favero en Foto De Grandi; las fachadas de la Intendencia y del Centro de Salud; del Democrático y del Centro Progreso; la Plaza de deportes, "la Escuela de Pintos"; la Laguna de Arnaud o de "las lavanderas"; el Hospital Departamental; la hoy silenciosa Estación de A.F.E. y el infaltable ómnibus de Cortiglia; el canto de "Pepe" y Braulio, de Ruben Díaz Castillo, Alfredo Martirena, Oscarito Del Valle, Hugo Techera, Wilson Prieto, Aníbal López; "Los Hidalgos","Los Hacheros" "Los del Yerbal", "Los Taiperos, el piano de Cachuzo Olivera, y desde lejos y sin registro fonográfico, "Los arrieros de la canción", "Los Urúes" y el "Trío Alborada".
"cuando dos coterráneos se ven lejos del pago natal dejan de ser conocidos para ser amigos; y cuando se encuentran lejos del país, dejan de ser amigos, para ser hermanos".
Muchas gracias.
Lucio Muniz
(Este trabajo fue leído en el Club de Residentes; en la sala de A.E.B.U. y al cumplirse los 150 años del nacimiento de la ciudad de Treinta y Tres en el la Junta Departamental de Montevideo el 16 de mayo de 2003, en el homenaje que este Cuerpo tributara a Treinta y Tres. Posteriormente lo publicó “La Semana “de “33”.)
buenas noches...me gustaría saber que músicos acompañaron a Lucio en el disco "Retrato"...muchas gracias
ResponderEliminarLa intervención de los músicos acompañantes está detallada en la ficha técnica de cada disco original.
ResponderEliminar