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Osiris Rodríguez Castillos
POEMAS Y CANCIONES ORIENTALES
Sello Antar PLP 5018
01. GURI PESCADOR
02. CANCION PARA MI GUITARRA
03. CIELO DE LOS TUPAMAROS
04. TACUARA
05. LA GALPONERA
06. SERENATA
07. SALTO GRANDE
08. CANCIÖN SIN CUNA
09. CAMINO DE LOS QUILEROS
10. TALITA DEL PEDREGAL
11. CORRALES DE ALGORTA
12. ROMANCE DEL MALEVO
1)Poeta, compositor y luthier (inventó una guitarra que lleva su nombre, y un método), Osiris Rodríguez Castillo solía apuntar que había vivido dos años enteros a caballo, y que a lo largo de la vida había desempeñado los oficios más variados: cortó girasol, arreó vacas, contrabandeó, cosechó uvas en el sur argentino, fue aguatero en los quebrachales del Chaco, trabajó como peón, aprendió el oficio de trenzador, tocó jazz en un casino y fue obrero metalúrgico. Pero su vocación más arraigada fue escribir, cantar y tocar la guitarra.
Había nacido «por accidente», como le gustaba decir, en Montevideo, el 21 de julio de 1925, pero siendo niño se mudó a Sarandí del Yi, en Durazno. El primer poema que escribió fue una canción para el río. La naturaleza lo hizo curioso, y la curiosidad parece haber crecido con la lectura y con la música. A los cinco años ya tocaba el piano de oído. A los seis comenzó a estudiarlo.
En una entrevista publicada en la revista Guambia, en febrero de 1993, contó Osiris que una tarde, mientras volvía del monte junto a su padre y los aparejos, escuchó el sonido de una guitarra saliendo de un rancho: «¡Nunca había escuchado una cosita tan bonita, tan estremecedora! Aquel silencio de tajadas lejanas, de balido de hacienda… el sonido de la guitarra, con esa sensibilidad… como hecha para el paisaje, ¿no?». Y entonces la estudió con Atilio Rapat. A Osiris le interesaba especialmente la música autóctona.
A fines de la década del treinta su familia volvió a Montevideo. A los dieciséis años, cuando era estudiante en el Liceo Francés, y con el título de cabo de escuadra obtenido en el servicio militar, Osiris huyó (con el consentimiento de su padre) hacia la frontera con Río Grande del Sur. Dijo que había conocido, en ese periplo, todos los arroyos y todos los pagos desde Quaraí hasta el Chuy. Entre 1955 y 1963 publicó varios libros (Grillo nochero, 1904, Luna roja, Entierro de Carnaval, Cantos del norte y del sur); y entre 1962 y 1974 editó cinco discos, con canciones y poemas que luego interpretaron numerosos artistas. A partir de 1973 resultó difícil difundir su obra. Sobrevivió dando clases particulares de guitarra en su casa. En 1959 había compuesto «Cielo de los tuparamos», prohibida en Uruguay y Argentina y vinculada con el movimiento guerrillero tupamaro, aunque la letra se refería a la revolución de 1811 y al Grito de Asencio. A fines de 1978 realizó dos recitales en Montevideo (llenos, con la única difusión del boca a boca), pero en enero de 1981 se instaló en Madrid, donde vivió once años dedicado a la escritura y a la investigación de su nueva guitarra. Quería reencontrar el sonido dulce, parecido al del laúd, que para él ésta solía tener.
Osiris murió el 10 de octubre de 1996. Sus cenizas fueron vertidas al río Yi.
*Extraído de BSE
Banco de Seguros del Estado
Almanaque 2010
Concepto general: Inés Bortagaray
Biografías: Inés Bortagaray
Selección y notas: RUBÉN OLIVERA
Diseño y producción editorial: Monocromo
2)Canciones que
«alumbran como un candil»
A pesar de que su primer disco es de 1962 (el mismo año que el primer simple de Los Olimareños y el primer larga duración de Anselmo Grau, un año antes que el primer larga duración de Daniel Viglietti, y posterior a las grabaciones de Amalia de la Vega, Aníbal Sampayo y Carlos Molina), Osiris Rodríguez Castillos ya era conocido en el medio como escritor y recitador —en fonoplateas y actuaciones en vivo—, o a través de otros recitadores. Habla bien de su obra que con sólo cinco discos larga duración, dos discos dobles y unas veinticinco canciones difundidas (en el cuarto larga duración vuelve a grabar muchas del primero y en el quinto muchas del segundo). En Rodríguez Castillo se entrelazan poeta, compositor, cantor y guitarrista. Es un poeta-letrista de alto vuelo, buen melodista y cantor con estilo personal —a pesar de que muchos consideran este aspecto como su flanco más débil—. Y es uno de los artistas que sientan en la música popular uruguaya las bases de calidad guitarrística tan admirada en el exterior. Quizá no sea menor el papel cumplido por Atilio Rapat —como en otros casos lo será el de Abel Carlevaro—, con quien Osiris estudió (al igual que Viglietti y Grau), sumando las enseñanzas de ese maestro al correspondiente aprendizaje por transmisión oral.
Por otra parte, su costumbre, no habitual en la música popular, de escribir en partitura lo compuesto, facilita hasta el día de hoy la reproducción fotocopiada de su obra y es uno de los pocos repertorios «criollistas» disponibles para uso didáctico por parte de alumnos de guitarra. Las introducciones de sus canciones, y las partes instrumentales en general, tienen una gran singularidad. A tal punto Osiris las consideraba como no modificables, que se cuentan innumerables anécdotas de su molestia cuando otros intérpretes las cambiaban o simplificaban (aunque, de no haberlo hecho, las dificultades técnicas de algunas de sus canciones —escúchese «La galponera» incluida en Cimarrones— hubieran reducido a un mínimo los guitarristas capacitados para reproducirlas). Y está el Osiris recitador, «camuflado» —al incorporar el modelo de introducción hablada para una canción, y haciendo dudar a sus intérpretes de si es parte estructural de la composición— o explícito, al incluir en sus grabaciones numerosos poemas recitados.
Ya en su primer disco Osiris reúne en una sola persona las dos vertientes tradicionales de cantor y recitador criollo, constituyendo, si no el primero, el documento histórico más representativo de la segunda vertiente. Expuso sus teorías en entrevistas y, con retórica poética, en las contratapas de sus discos. Allí muestra su preocupación de investigador al escribir que cree haber llegado a establecer las bases de un nuevo género de «poemas para guitarra y recitante», componiendo música específica para acompañar cada texto.
A las facetas de cantante y recitador se suma, en las presentaciones en vivo, la de coloquial amenizador que incorpora anécdotas e historias, reuniendo a la platea en torno a un imaginario fogón. Por todo esto, Osiris Rodríguez Castillo seguirá siendo fuente de estudio, disfrute y admiración.
*Extraído de BSE
Banco de Seguros del Estado
Almanaque 2010
Concepto general: Inés Bortagaray
Biografías: Inés Bortagaray
Selección y notas: RUBÉN OLIVERA
Diseño y producción editorial: Monocromo
POEMAS Y CANCIONES ORIENTALES
Sello Antar PLP 5018
01. GURI PESCADOR
02. CANCION PARA MI GUITARRA
03. CIELO DE LOS TUPAMAROS
04. TACUARA
05. LA GALPONERA
06. SERENATA
07. SALTO GRANDE
08. CANCIÖN SIN CUNA
09. CAMINO DE LOS QUILEROS
10. TALITA DEL PEDREGAL
11. CORRALES DE ALGORTA
12. ROMANCE DEL MALEVO
1)Poeta, compositor y luthier (inventó una guitarra que lleva su nombre, y un método), Osiris Rodríguez Castillo solía apuntar que había vivido dos años enteros a caballo, y que a lo largo de la vida había desempeñado los oficios más variados: cortó girasol, arreó vacas, contrabandeó, cosechó uvas en el sur argentino, fue aguatero en los quebrachales del Chaco, trabajó como peón, aprendió el oficio de trenzador, tocó jazz en un casino y fue obrero metalúrgico. Pero su vocación más arraigada fue escribir, cantar y tocar la guitarra.
Había nacido «por accidente», como le gustaba decir, en Montevideo, el 21 de julio de 1925, pero siendo niño se mudó a Sarandí del Yi, en Durazno. El primer poema que escribió fue una canción para el río. La naturaleza lo hizo curioso, y la curiosidad parece haber crecido con la lectura y con la música. A los cinco años ya tocaba el piano de oído. A los seis comenzó a estudiarlo.
En una entrevista publicada en la revista Guambia, en febrero de 1993, contó Osiris que una tarde, mientras volvía del monte junto a su padre y los aparejos, escuchó el sonido de una guitarra saliendo de un rancho: «¡Nunca había escuchado una cosita tan bonita, tan estremecedora! Aquel silencio de tajadas lejanas, de balido de hacienda… el sonido de la guitarra, con esa sensibilidad… como hecha para el paisaje, ¿no?». Y entonces la estudió con Atilio Rapat. A Osiris le interesaba especialmente la música autóctona.
A fines de la década del treinta su familia volvió a Montevideo. A los dieciséis años, cuando era estudiante en el Liceo Francés, y con el título de cabo de escuadra obtenido en el servicio militar, Osiris huyó (con el consentimiento de su padre) hacia la frontera con Río Grande del Sur. Dijo que había conocido, en ese periplo, todos los arroyos y todos los pagos desde Quaraí hasta el Chuy. Entre 1955 y 1963 publicó varios libros (Grillo nochero, 1904, Luna roja, Entierro de Carnaval, Cantos del norte y del sur); y entre 1962 y 1974 editó cinco discos, con canciones y poemas que luego interpretaron numerosos artistas. A partir de 1973 resultó difícil difundir su obra. Sobrevivió dando clases particulares de guitarra en su casa. En 1959 había compuesto «Cielo de los tuparamos», prohibida en Uruguay y Argentina y vinculada con el movimiento guerrillero tupamaro, aunque la letra se refería a la revolución de 1811 y al Grito de Asencio. A fines de 1978 realizó dos recitales en Montevideo (llenos, con la única difusión del boca a boca), pero en enero de 1981 se instaló en Madrid, donde vivió once años dedicado a la escritura y a la investigación de su nueva guitarra. Quería reencontrar el sonido dulce, parecido al del laúd, que para él ésta solía tener.
Osiris murió el 10 de octubre de 1996. Sus cenizas fueron vertidas al río Yi.
*Extraído de BSE
Banco de Seguros del Estado
Almanaque 2010
Concepto general: Inés Bortagaray
Biografías: Inés Bortagaray
Selección y notas: RUBÉN OLIVERA
Diseño y producción editorial: Monocromo
2)Canciones que
«alumbran como un candil»
A pesar de que su primer disco es de 1962 (el mismo año que el primer simple de Los Olimareños y el primer larga duración de Anselmo Grau, un año antes que el primer larga duración de Daniel Viglietti, y posterior a las grabaciones de Amalia de la Vega, Aníbal Sampayo y Carlos Molina), Osiris Rodríguez Castillos ya era conocido en el medio como escritor y recitador —en fonoplateas y actuaciones en vivo—, o a través de otros recitadores. Habla bien de su obra que con sólo cinco discos larga duración, dos discos dobles y unas veinticinco canciones difundidas (en el cuarto larga duración vuelve a grabar muchas del primero y en el quinto muchas del segundo). En Rodríguez Castillo se entrelazan poeta, compositor, cantor y guitarrista. Es un poeta-letrista de alto vuelo, buen melodista y cantor con estilo personal —a pesar de que muchos consideran este aspecto como su flanco más débil—. Y es uno de los artistas que sientan en la música popular uruguaya las bases de calidad guitarrística tan admirada en el exterior. Quizá no sea menor el papel cumplido por Atilio Rapat —como en otros casos lo será el de Abel Carlevaro—, con quien Osiris estudió (al igual que Viglietti y Grau), sumando las enseñanzas de ese maestro al correspondiente aprendizaje por transmisión oral.
Por otra parte, su costumbre, no habitual en la música popular, de escribir en partitura lo compuesto, facilita hasta el día de hoy la reproducción fotocopiada de su obra y es uno de los pocos repertorios «criollistas» disponibles para uso didáctico por parte de alumnos de guitarra. Las introducciones de sus canciones, y las partes instrumentales en general, tienen una gran singularidad. A tal punto Osiris las consideraba como no modificables, que se cuentan innumerables anécdotas de su molestia cuando otros intérpretes las cambiaban o simplificaban (aunque, de no haberlo hecho, las dificultades técnicas de algunas de sus canciones —escúchese «La galponera» incluida en Cimarrones— hubieran reducido a un mínimo los guitarristas capacitados para reproducirlas). Y está el Osiris recitador, «camuflado» —al incorporar el modelo de introducción hablada para una canción, y haciendo dudar a sus intérpretes de si es parte estructural de la composición— o explícito, al incluir en sus grabaciones numerosos poemas recitados.
Ya en su primer disco Osiris reúne en una sola persona las dos vertientes tradicionales de cantor y recitador criollo, constituyendo, si no el primero, el documento histórico más representativo de la segunda vertiente. Expuso sus teorías en entrevistas y, con retórica poética, en las contratapas de sus discos. Allí muestra su preocupación de investigador al escribir que cree haber llegado a establecer las bases de un nuevo género de «poemas para guitarra y recitante», componiendo música específica para acompañar cada texto.
A las facetas de cantante y recitador se suma, en las presentaciones en vivo, la de coloquial amenizador que incorpora anécdotas e historias, reuniendo a la platea en torno a un imaginario fogón. Por todo esto, Osiris Rodríguez Castillo seguirá siendo fuente de estudio, disfrute y admiración.
*Extraído de BSE
Banco de Seguros del Estado
Almanaque 2010
Concepto general: Inés Bortagaray
Biografías: Inés Bortagaray
Selección y notas: RUBÉN OLIVERA
Diseño y producción editorial: Monocromo
Uno de los más grandes poetas uruguayos. Hay que leerlo despacio, saboreando sus letras. Más lo escuchás, más lo sentís. Tiene un vuelo muy alto.
ResponderEliminarUno de los poetas más exquisitos que alguien pueda leer
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